Nosotros no somos malandros
Nosotros no somos malandros
En la comunidad de El Porvenir, en Cariaco, oficiales del Comando Nacional Antiextorsión y Secuestro (Conas), de la Guardia Nacional Bolivariana, asesinaron a nueve personas el 11 de noviembre de 2016. Seis de ellas eran familiares de Aurora Rodríguez.
Nosotros no somos malandros

AURORA RODRÍGUEZ

47 años

Hermana de Luis Rodríguez. Tía de Luis Bernardino Rodríguez. Prima de Jackson Rafael Rodríguez García, Jesús Rafael Rodríguez, Javier Jesús Rodríguez Rodríguez y Miguel Ángel Acosta García

Cariaco (Sucre) Ene 30, 2018

Yo me crié en Caracas hasta los 5 años, cuando nos vinimos para Cariaco, a la comunidad El Porvenir, luego de la muerte de mi abuelo. Mi papá era portugués y mi mamá de Cariaco. Nos criamos con muchas necesidades, pero con mi madre siempre echando para adelante. Ella nos inculcaba valores, que siempre debíamos ir por el buen camino. Era una mujer trabajadora, por la comunidad de El Porvenir; era una madre saliendo con sus hijos adelante.

Mi hermano Luis era el cuarto de nosotros. A él lo recuerdo siempre apoyándonos. A pesar de que era uno de los más pequeños, siempre trataba de resolverle los problemas a uno, las situaciones difíciles. Era especialmente apegado a mí; si yo necesitaba algo, siempre él estaba allí. “Toma”, me decía, así él se quedara sin nada. Siempre estuvo pendiente de su sobrino, mi hijo. Se tenían un respeto único, mi hijo y él.

Son tantas las cosas que pudiera decir de él… era un buen hermano.

Yo me quedaba mucho tiempo sola con mis hermanos porque mi mamá trabajaba de sol a sol cocinando en el restaurant San Remo. Yo tenía que cuidarlos, que criarlos. Estudiamos por aquí mismo, en una escuela cercana. Debíamos cruzar la carretera nacional. Estudiamos hasta 3er grado y luego pasamos a estudiar en Cariaco. Íbamos caminando, como 20 minutos de ida y 20 de vuelta. En vista de eso, mi mamá junto con el Club de Leones, consiguió que se construyera una escuela R2 en la comunidad. Todo el mundo trabajaba allí de colaboración. Entonces los cuatro hermanos comenzamos a ir a esa escuela, que era más completa.

Nosotros todos trabajamos en parcelas, haciendo agricultura. Mi mamá dejó de trabajar en el restaurant porque nosotros pasábamos todo el día solos, y trabajábamos la agricultura con un señor de por allí, recogíamos tomates y hacíamos otras cosas. También trabajábamos en la bomba donde venden gasolina, vendiendo arepa raspadas, cachapas. Yo le cuento a mis alumnos, y me dicen: “¿Verdad, maestra?”.

 

Esa noche cuando sucedió la masacre en donde asesinaron a mi hermano, su hijo y a mis cuatro primos, yo no podía dormir, sentía que la cama me fastidiaba. Cuando yo no puedo dormir me pongo a hacer cualquier cosa, a planchar, a lavar. Eso fue un viernes, el 11 de noviembre de 2016.

Tras ese portón, fueron asesinados Luis Rodríguez, Luis Bernardino Rodríguez, Jackson Rafael Rodríguez García, Jesús Rafael Rodríguez y Javier Jesús Rodríguez Rodríguez. Estaban en las afueras de la casa conversando.

Estaba lavando los platos. Como a las 11:00 de la noche vengo para el cuarto y veo unas llamadas perdidas de varias personas. Qué raro, pienso, tengo una de un compañero de trabajo. Lo llamé. “¿Qué pasa que me estás llamando?”, le pregunto. Y él me dice: “Aurora, te voy a decir algo terrible. Al frente de la casa de tu mamá hirieron a mucha gente, hay muchos muertos, eso es algo terrible lo que pasó allí”. “Pero por qué”, le digo. “No sé, no sé si fue la policía o la guardia”.

Mi hermano Luis trabajaba en una cantera, pero hubo una reducción de personal y lo despidieron en el mes de agosto de 2016. Despidieron a mucha gente, prácticamente a todos, porque esa cantera comenzó a cerrar. Luego trabajó en la pesquera, en Cariaco. Aquí él era feliz. Mucha gente lo quería, yo sé que era solidario con mucha gente, él era así con todo el mundo. La gente me dice “a mí me hizo este favor, a mí este otro”; si regalaba un pescado, él mismo lo acomodaba. La gente lo quería por su forma de ser.

Luis se casó como a los 20 años con una señora de Caracas. Vivió en Caracas muchos años. Se casó como a los 20 y se separó de ella como a los 37 años y se vino para acá otra vez. Tuvo tres hijos en Caracas; uno solo de los hijos se vino con él porque era muy apegado a su papá, el otro se vino el año pasado en el mes de agosto; fue al que mataron.

Mi hermano vivía en la casa de mi mamá, que ya murió. Vivía con ese hijo, porque el otro se casó y vive en Cariaco. Él se vino porque en Caracas había mucho peligro. Ahora yo pienso: si en mi casa solo había gente buena, por qué iba a pasar eso en mi casa. Si tienes unos hermanos malandros, o unos hermanos fuera del carril, uno espera todo lo malo, pero así…

 

A la izquierda, Luis Rodríguez, el hermano de Aurora. Su hijo, el tercero a la derecha, también fue asesinado. Tenía 21 años.

Ese  día de la masacre mi compañero de trabajo estaba tan aterrorizado por lo sucedido que no sabía explicarme bien lo que estaba pasando. Yo le pregunté por mi hijo Rafael José y me dijo: “Salió a buscarte”. Mi casa queda a 15 minutos en carro de la casa de mi mamá. Yo le pregunté: “¿Y mi hermano Luis cómo está?”

Me respondió: “Parece que Luis está muerto”.

—¿Cómo que Luis está muerto?

Era tan horrible lo que hicieron esos monstruos con mis familiares y mi vecino, que toda la calle parecía un río de sangre, los cuerpos de los muertos estaban tirados en la calle; fue algo muy terrible lo ocurrido para la comunidad.

Después, cuando vino Rafael José, mi hijo, me dijo: “Mami, no te voy a llevar para casa de mi abuela porque eso es terrible. Mi tío Luis está bastante mal, está vivo pero no está bien, está en el hospital, tienes que calmarte, mi tío Luis se va a salvar”.

Yo le dije: “Rafael José, seguro que está muerto y no me quieres decir nada”.

 

Ellos se ensañaron con los muchachos por una equivocación.

El alcalde venía diciéndole a la gente: “Recojan a sus muchachos, que puede venir un operativo de Cumaná… traten de aconsejar a sus hijos, que no anden por allí”, porque en esta comunidad hay mucha delincuencia. No sé quién dio la orden desde Cumaná, porque todavía estamos esperando la audiencia preliminar para que se aclare el caso y se pueda hacer justicia y que paguen los culpables, que les caiga todo el peso de la ley. Hasta ahora hay detenidos 5 oficiales del Conas (los asesinos) y el comandante del Conas, el mayor Diego José Challaquien nos dicen los fiscales que se encuentra detenido, pero hasta ahora a nosotros no nos consta que esté tras las rejas. El ex alcalde Ángel Ortiz tiene casa por cárcel, acusado de ser el autor intelectual.

Para ese operativo, el Conas utilizó a un sicario que vivía en la comunidad de El Porvenir, para que los guiara hasta donde estaban los antisociales que tenían en zozobra a la comunidad y sobre todo a las canteras. Ese sicario es nativo de esta comunidad. Estuvo viviendo en Caracas y se vino huyéndole a la justicia, porque había asesinado a varias personas por allá. No entendemos por qué el Conas utilizó a una persona con un prontuario policial tan sucio para que los guiara ese día. Ese monstruo, de nombre José Gregorio Ramírez (alias Goyo Mariguana), era el jefe de una banda que se la pasaba robando y extorsionando en las canteras y una finca. Es como decir que lo contrataron para que matara a su propia banda, y él no iba a permitir que los agentes del Conas mataran a su banda, eso lo sabe todo el mundo. Ese sicario tenía que justificar la plata que le pagaron para que guiara a dichos agentes hasta donde estaban los antisociales, y los funcionarios tenían que entregar a unos muertos, pero lamentablemente estaban esa noche mis familiares compartiendo en frente de la casa de mi mamá. Qué se iban a imaginar que esos monstruos iban a quitarles la vida.

 

La silla que solía ocupar Luis Rodríguez para tomar el café de la mañana.

Ese viernes mi hermano estaba tomando frente a la casa, con cuatro primos, mis sobrinos y otro señor. Escucharon unos disparos que venían de la parte de arriba. Y uno de ellos dice: “Vamos a ver a quien mataron”, porque se corría la voz de que iban a hacer limpieza en el barrio. Eso es lo que dice los dos sobrevivientes.

Venía un carro de la parte de arriba. Después se supo que el dueño de ese carro era un amigo del alcalde de Cariaco, que se lo había prestado para que realizaran el operativo. No era un carro oficial. Mi hermano estaba sentado en un escaloncito que hay a la entrada de la casa, con su hijo al lado. Entonces viene esa gente y detienen el carro y les dicen: “¿Ustedes son los malos? Ustedes son malos, ¿no?”. Se bajaron cinco, todos armados. En el interior del carro quedó el sicario que contrataron. Y empezaron a  maltratarlos verbalmente, pero no hablaron mucho. Mi primo sacó la cédula y le dijo a uno: “Mira, nosotros no somos malandros”. Pero no le hicieron caso y les dijeron que se arrodillaran. Todos se arrodillaron, y entonces empezaron a dispararles en la cabeza con armas cortas y largas.

Eso es lo que pasó ahí. No mataron a mis otros dos sobrinos porque uno, herido, se hizo el muerto y el otro porque salió corriendo. Al primero le desfiguraron la cara por un disparo. Estuvo bastante mal. Mataron a dos o tres antes de matar a mi sobrino. No me puedo imaginar lo que sintió mi hermano cuando mataron a su hijo.

Cuando yo llegué al hospital de Cariaco vi a mi hermano con una bala en la cabeza. Y sin una ambulancia, sin nada, pasamos como dos horas y no lo podíamos llevar en el carro de mi hijo porque es pequeñito. Entonces como a las dos horas llegó la ambulancia y lo llevamos para Carúpano. Allá los médicos nos dijeron que estaba bastante mal, que no lo podían atender, no había especialistas, que lo trasladáramos para Cumaná.

Eso fue otro viacrucis. Fuimos a buscar una ambulancia por Pdvsa y la dieron como a las 9:00 de la mañana. Al otro día. A esa hora salimos para Cumaná, haciendo todo lo posible por llegar a tiempo; mi hermano estaba botando ya la masa encefálica, imagino que tendría ya rato. Yo le pregunté al enfermero que iba en la ambulancia y me dijo que no. No me quería asustar. Entonces cuando estábamos entrando al hospital de Cumaná, él abrió un ojo, con cuidadito, y me sonrió y allí murió. Y yo le digo al muchacho: “Murió, ¿verdad?”.

Mi hermano siempre decía que cuando él muriera quería que lo sacaran en la prensa… lo que son las cosas. Él siempre hacía como si fuera un periodista, como si fuera un locutor, decía “que mi muerte sea como un boom”. Pasó lo que pasó, se dio a conocer lo que pasó, gracias a la muerte de él, porque si mi hermano no hubiera estado allí no pasa nada con el caso.

La periodista Nayrobis Rodríguez dijo que nosotros no habíamos tenido tiempo de vivir ese duelo, y es verdad, esto ha sido una lucha perpetua: hemos trancado vías, hemos hecho manifestaciones de calle en Cariaco y Cumaná, también nos trasladamos a Caracas para que nuestras voces se oigan, pero no se ha logrado justicia para nuestros queridos familiares, ya que en nuestro país reina la impunidad.

Tenemos la seguridad de que las canteras de nuestra comunidad, conjuntamente con el alcalde y el gobernador de ese entonces, tienen que ver con esa masacre. Esos agentes del Conas esa noche estaban tomados y drogados, eso lo determinaron las investigaciones que hicieron los agentes del Cicpc que enviaron de Caracas para hacer las experticias del caso; menos mal que hay muchos testigos que pueden dar fe, porque antes de ir a nuestra comunidad ellos hicieron una parranda de tiros en pleno casco de Cariaco (en la plaza). ¿Cómo es posible que estando a unos 50 metros de distancia del comando de la policía, los agentes no se movilizaran para saber qué pasaba?

Tuvimos que trancar la vía nacional por cinco días para saber quiénes eran los culpables. A esa tranca se trasladó el comandante de la Guardia Nacional Bolivariana Antonio Benavides y otras personalidades del gobierno nacional y estadal, y nos prometieron que se haría justicia; de igual manera lo dijo el ministro de Interior, Justicia y Paz, Néstor Reverol. Benavides vino a hacer un show el 23 de diciembre de 2016; vino a traer unos juguetes, como para que a uno se le olvidara lo que pasó. Estábamos en Cumaná y nos avisaron que Benavides estaba repartiendo juguetes en la comunidad y le dijimos a la gente que no lo dejaran ir, y pudimos llegar a tiempo. Yo le dije a él que eso era una burla, que nosotros estábamos esperando justicia, que no queríamos juguetes sino que pagaran los culpables.

Lamentablemente hasta ahora no se ha conseguido la justicia para nuestros familiares porque el juez segundo de control, Gilberto Figuera, se ha parcializado con los culpables y ha diferido el caso durante todo este tiempo, jugando al cansancio de los familiares; han desaparecido muchas pruebas a pesar de que tenían suficientes en sus manos que involucraban al alcalde y a otras personas del gobierno, como lo decía para ese entonces el fiscal 42 con competencia nacional, Mervin Ortega; han cambiado más de un fiscal del caso.

Es lamentable que exista tanta impunidad en nuestro país. Solo nos queda tener fe en Dios, fe en que se hará justicia con nuestros queridos familiares que solo cometieron el error de estar en el lugar y la hora equivocada cuando pasaban esos asesinos.

Aurora Rodríguez escribió esta historia con el acompañamiento del narrador Rubi Guerra. Las fotografías y videos son de Zailé Palacios. La participación de Aurora Rodríguez en este proyecto fue posible gracias al apoyo de la periodista Nayrobis Rodríguez.

Notas explicativas

 

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